martes, 16 de octubre de 2012

Café con canela


La sensualidad tiene ojos negros que le
pertenecen a el cuando observa al mundo.
Ese mundo que se nutre de miradas desfallecentes,
que huele a café matutino con toques de canela en sus
manos. La sensualidad es su mirada rosandome la
espalda, mientras rezo un par de susurros dentro de
mi cabeza deseando hablar en su aliento.

Pensamiento tras pensamiento, me sofoco de
anhelos, mi vientre se abre ante sus ojos negros
llenos de doloroso fuego, hiriendo cada parte en mi
interior.

Cuando ve mi interior con esas miradas de ojos
que lo ven todo y a la vez que no ven nada, con
la pesadumbre de días agotadores que lo
enceguecen ante las posibilidades de la noche.

Sus roces casuales cuando se abre entre las mesas
es un augurio de alta tensión, corroboro que pasa
por esa brisa que me trae olas contra las rocas.

Y ahí viene, y ahí se va, es una nube salvaje con
aires de felino mal herido, corre de la suerte y se
cobija en la serenidad, en esos ojos que no ven
nada y que lo ven todo, y esa boca que se priva de ahondar
por la cortina nebulosa del humo constante.

Me mata el alma, me abruma de misterios. Sostiene
en sus manos pasión perfumada, sostiene en sus
ojos la expresión de las puertas oscuras que lo
vuelven eternamente abatido, es casi mi lecho, es
un drama de placeres. Es el moviéndose en mi cuando
todos a mi alrededor comentan el buen día que hay
afuera.

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